Juan Pablo Juárez es experto en vivir, en sobrevivir, en correr y, sobre todo, en mirar hacia adelante. Supo mirar y sabe mirar hacia adelante. Lo hizo hasta los 20 años, cuando sudaba y trabajaba como changuito cañero en su Tucumán querido. Lo hizo en cada carrera que disputó entre 1981 y 1998, en una historia como fondista de alto rendimiento que lo llevó, por ejemplo, a ser campeón argentino en trece pruebas distintas. Lo hizo a partir de marzo de 1998, cuando le diagnosticaron leucemia, lo trataron con todos los cuidados y le trasplantaron la médula. Y lo hace ahora, también ahora, porque es ahora que continúa mirando hacia adelante mientras, firme y trasplantado, sigue corriendo y sigue siendo un campeón.
Fue un control de rutina, uno idéntico a los que su condición de atleta lo obligaba cada tres meses, el que permitió que a Juárez le detectaran la enfermedad que le dio vuelta las rutinas. "Tal vez porque era corredor, me tomé la noticia con la misma actitud con la que tomaba cualquier lesión. O sea que puse toda la energía allí hasta que me trasplantaron. Por un tiempo no hice deportes, pero en 1999 me avisaron que existían competiciones para trasplantados. Y no dudé: volví a correr".
Entonces, de nuevo miró hacia adelante. Puso el ojo, el coraje y las piernas rumbo al Mundial de Trasplantados que se realizó en Japón, en el 2001. Se consagró en tres categorías: 800, 1.500 y 5.000 metros. No paró: repitió logros en el Mundial de Francia, en el 2003. Sumó tres records mundiales, mil elogios y una decisión de no quebrarse por nada. Mirando hacia adelante, otra vez, acaba de sacarle brillo al suelo de Tailandia en el Mundial de ese país. Casi un hábito, a los 46 años y con el nombre de sus tres hijos en los labios, venció en tres pruebas. Pero, más que eso, ratificó que querer ayuda a poder. Y que querer y poder se parece a la felicidad.
"Yo corro con el corazón", dice sin metáforas Juan Pablo Juárez, que cuenta futuros, reivindica al deporte, invita a la vida y certifica que hay hombres que pueden cambiar hasta de médula pero no de identidad. Por eso corre, corre y corre. Corre y, como mira hacia adelante, correrá siempre.
Ariel Scher
ascher@clarin.com
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