Lo estás dando todo levantando mucho peso en el
gimnasio. De pronto, aparece un dolor punzante en
el hombro. O en mitad de una carrera popular notas que duele el pie cada vez
que lo apoyas. La advertencia de los expertos en medicina del deporte es
rotunda: no hagas como que no lo notas. Y ni se te ocurra tirar de épica con
aquello de que "el dolor es transitorio, pero la gloria es eterna".
Ni eres Rambo rescatando a tu escuadrón ni estás jugándote una medalla de oro
en los Juegos Olímpicos. Eres un deportista popular al que las heroicidades le
pueden pasar una factura muy cara.
"Durante el entrenamiento no debe haber dolor.
Si aparece, nos está avisando de que algo no funciona correctamente. Otra cosa
es la capacidad de aguante en los últimos metros de los deportistas de élite en
la alta competición", declara el doctor Tomás Fernández Jaén, responsable
médico de diversas competiciones internacionales, jefe médico de la delegación
española para los Juegos Paralímpicos Londres 2012 y Rio 2016 y jefe de la
Unidad de Medicina del Deporte en Clínica CEMTRO. El traumatólogo reconoce que
el espíritu de sacrificio y de sufrimiento del que hacen gala los atletas
profesionales ha calado en el deportista popular, pero piensa que "el error es creerse obligado a entrenar y
sufrir como ellos. Los deportistas de élite se dedican y viven para ello. Cuentan con entrenadores especializados que
les ponen programas adaptados a sus posibilidades y objetivos, controlan la
dieta y el ritmo de descanso y les asisten médicos que vigilan tanto su
evolución deportiva como la aparición cualquier indicio de lesión. Y, además,
tienen algo que el popular suele pasar por alto: los atletas profesionales son
jóvenes, algo que muchas veces no sucede con el deportista 'amateur".
El chaleco que evita lesiones
En fútbol desde hace ya algunos años los jugadores
entrenan con un chaleco GPS. Este dispositivo permite al entrenador y al resto
del equipo médico controlar a qué nivel están los jugadores y compararlo con su
actuación a lo largo de la temporada. Así pueden analizar la evolución de
parámetros vitales como las pulsaciones y la velocidad. Un aumento del pulso en
un rondo o una disminución de la velocidad en un esprint pueden avisar de un
principio de resfriado, de falta de sueño o
de una lesión en ciernes. Por esa razón, a finales de temporada el míster puede
dar una jornada de descanso a algún futbolista, sobre todo, si en unos días
viene un partido de Champions o un Derbi. No es para fastidiar a la afición
sino para prevenir sobrecargas o agotamiento.
En los deportistas populares, sin embargo, parece
no haber un botón de apagado. Con
frecuencia vemos a usuarios de gimnasio que van a una clase de alta intensidad
sin haber dormido bien. "O que entrenan por su cuenta o sin la debida
supervisión y caen en el sobreentreno. Este término se refiere a la realización
de un entrenamiento que no se adecúa a la condición física del deportista o que
la excede". Tal vez el vecino pueda hacer 200 burpees sin
parpadear y a ti con 20 ya se te salen los higadillos por la boca. O haga las
series de 1.000 metros en 3 minutos y tú necesites casi 5 para completarlas.
Intentar hacer las mismas repeticiones, y al mismo nivel, no sirve de nada. En
primer lugar, porque superado el pico máximo de intensidad que el músculo puede
tolerar (conocido como 1 RM), ya
no va a haber mejoras adaptativas. Renquear hasta completar una serie puede
acabar mal. "Podemos tener una rotura muscular o una fractura ósea por
estrés a nivel local. Pero si el esfuerzo es desmedido, puede sobrevenir un
fallo a nivel general, incluso, la muerte súbita".
Fracturas que se ven venir
Lo peculiar de estas roturas es que no suceden en
un instante por un golpe o una mala caída. Se hacen poco a poco hasta que el hueso se rompe. Visualicemos el hueso como lo que es: una
parte viva que se desgasta y repara. Cuando se somete a una carga mayor de la
que le permite su capacidad de adaptación aparecen pequeñas microlesiones, tan
pequeñas que hasta es complicado apreciarlas en una radiografía. Con algo de
descanso, el tejido óseo se repone y está listo para volver a trabajar.
Imaginemos que la agenda de ese atleta popular le obliga a viajar por trabajo,
o que tiene que quedarse en casa porque el niño está enfermo, o él mismo ha
sufrido una gastroenteritis y no puede entrenar. Para no saltarse el programa
semanal, decide concentrar varios entrenamientos intensos en días seguidos, sin
dar margen al hueso a reconstruirse después de cada sesión.
Sucede también en competiciones de muchas horas,
como es el caso del maratón. Tanto más cuanto más se tarde en terminar la
carrera. No hace falta que se corra rápido, incluso caminando todo el maratón
se puede seguir agravando la lesión. El problema está en el tiempo de machaque.
Este tipo de lesión la detectó por primera vez un médico prusiano a mediados
del siglo XIX, al observar que los soldados acababan lesionados al cabo de
largas marchas. El traumatólogo Gonzalo Mora Gasque sostiene que la fractura por
estrés también tiene incidencia entre los peregrinos del Camino de Santiago.
Los músculos obligan al hueso a moverse siempre igual. Si ya hay una microfractura, seguirá apoyando sobre
esa zona fragilizada, erosionándola y aumentándola poco a poco. Es como si el músculo fuera una cizalla que
va cortando lentamente el hueso. Su nombre clínico es, precisamente, estrés por cizallamiento. Cuando la cizalla opera
durante horas seguidas el hueso acaba por romperse, y aparece la fractura por
estrés óseo. El doctor Fernández Jaén advierte que esa obstinación por acabar
una carrera pese al dolor puede acabar en quirófano. "Puede ser necesaria
cirugía, con todo lo que ello conlleva de rehabilitación y tiempo sin practicar
deporte".
La traumatología ha avanzado a pasos agigantados en
las últimas décadas. Podemos ver a futbolistas o tenistas lesionados que en
unas semanas vuelven a competir en plenas condiciones, pero tú no eres ni
Cristiano Ronaldo ni Rafa Nadal. "El deporte mejora la capacidad del
cuerpo para recuperarse de una lesión, por eso los deportistas de élite se
recuperan tan rápido. El riesgo del
aficionado es creerse como ellos sin estar al mismo nivel ni contar con el
equipo médico que tienen esos deportistas.
Sin olvidar que la edad es un condicionante clave a la hora de la recuperación:
no es igual a los 20 que a los 40", sentencia Jaime
Menéndez de Luarca 'Triluarca', preparador físico de triatlón y
Ironman.
La culpa es de Coelho
Las frases motivacionales de Paulo Coelho (y de otros similares), al estilo de
"si puedes soñarlo, puedes hacerlo", "querer es poder" o
"no hay límites" animan a muchos a embarcarse en retos deportivos
que, en ocasiones, exceden sus posibilidades. Para Menéndez de Luarca "el
deporte se rige por leyes diferentes de la vida profesional. En lo laboral, si
te partes el lomo doce horas al día durante años, puedes levantar un imperio
económico. En el deporte la evolución viene condicionada por la capacidad de
adaptación musculoesquelética y requiere su tiempo. No funciona lo de entrenar
doce horas al día para preparar un triatlón. Es más, puedes ser un triunfador
en lo profesional y más limitado en lo deportivo. No todos los cuerpos, por
mucho que entrenen, llevan un campeón dentro. Y más pasados los 40 años. Por
mucho que te lo diga Coelho o que hayas hecho una promesa".
Incluso pese a seguir a pies juntillas el
entrenamiento prescrito por el mejor preparador físico del planeta, el cuerpo
puede tener un mal día. "Hay que saber cuándo abandonar. En ciclismo
hablamos de las pájaras. En maratón, del muro. Es ese momento en que el músculo
se queda sin glucógeno y pasa a quemar grasa. Lo que notamos es un bajón en el
ritmo, que cuesta más correr o pedalear. Pero no hay riesgo para la vida ni
tienes por qué abandonar. Otra cosa es cuando ves a un corredor con un patrón
errático en la zancada (cuando las piernas parecen descontroladas) o trota
desorientado. Puede deberse a una deshidratación, una hiponatremia u otros
muchos problemas internos que un médico debe valorar. El cuerpo es sabio y en
esos casos colapsa. Corta los suministros energéticos a las extremidades para
garantizar los mínimos que le quedan al cerebro y al corazón. Levantarle y ayudarle a seguir corriendo no es
heroico ni solidario. Es sacarle de ese estado
protector de emergencia y arriesgarse a un desenlace fatal. Si viera a mi mujer
- la duatleta profesional Sonia Bejarano – en ese estado, con todo el dolor de
mi corazón porque sé los esfuerzos que supone preparar una competición, la
sacaría de la carrera".
Fuente: Buenavida-Diario El País