El mito Kenenisa Bekele acreditó hace unos días 27:46.56 en Memorial Jos Verstockt.Una marca que le sitúa a años luz de su mejor prestación del año (27:12.08) y no digamos de los tres mejores etíopes de 2013: Dejen Gebremeskel (26:51.02), Abera Kuma (26:52.85) e Imane Merga (26:57.33). Su ausencia en los Mundiales de Moscú es un hecho, a falta de confirmación oficial.
Bekele venció con casi 200 metros de ventaja sobre el segundo clasificado, el sudafricanoGelant Eltroy (28:13.64), pero no dio la sensación de poder bajar en ningún momento de 27 minutos, que era su objetivo para incrustarse en la terna de seleccionables, sin contar a Ibrahim Jeilan, también abisinio, que es vigente campeón e igualmente será de la partida en la capital de Rusia.
En una entrevista posterior, Kenenisa dijo que le resultó muy difícil mantener el ritmo cuando se retiró la liebre “debido al viento”. Es un factor, desde luego. Pero ese mismo viento no arredraba antes a Bekele. En una de sus más memorables carreras, disputada en Zaragoza el 28 de julio de 2007, acreditó 12:49.53 prácticamente en solitario con rachas de hasta 7 metros por segundo en la pista.
El declive del etíope no pilla a nadie por sorpresa. Las lesiones de 2010 abrieron, de hecho, un antes y un después en su currículo. Hace dos o tres temporadas que ya no es noticia el rendimiento decreciente del doble campeón olímpico y triple oro mundial en 10.000 metros. Sus últimas actuaciones, sobre todo en 2013, han sido impropias de un corredor que mantuvo una hegemonía incontestable en el largo aliento desde 2002 hasta 2009, y que posee los récords de 5.000 (12:37.35) y 10.000 metros (26:17.53), además de 5 dobles victorias en los Mundiales de Cross corto y largo.
A estas alturas, sin embargo, Kenenisa Bekele no le debe explicaciones a nadie. Se podría retirar mañana y pasar igualmente a la historia. Es evidente que el declive causa dolor, y el declive, en atletismo, no tiene retorno; que con 30 años recién cumplidos no habrá milagros para él, pese a tratarse de una edad aparentemente propicia para cualquier otro fondista. En su caso las lesiones, la precocidad, las inmensas cargas de entrenamiento le alejan cada vez más del punto óptimo. Ya no le veremos volver a rematar los últimos 500 metros de un diez mil en 1:06, como antaño. Farah, Rupp, Gebremeskel, Gebrhiwet y muchos otros se disputan ahora el liderazgo del fondo mundial.
Pero eso no empaña un ápice el tamaño gigantesco de las gestas protagonizadas por uno de los mejores corredores de todos los tiempos en campo a través y sintético. ¿Se especializará en ruta, a imagen y semejanza de Haile Gebrselassie, para intentar coronarse como el mejor fondista de la historia? ¿Estará a la altura de los jóvenes talentos kenianos y etíopes que devoran maratones por debajo de 2h05? ¿Le merecerá la pena deportiva y económicamente? ¿O se quedará un par de temporadas más luchando por un buen nivel en pista –digamos, 12:55 y 26:50–, aunque ya no sea el mejor? Quién sabe. Los Juegos de Río de Janeiro se disputan dentro de tres años y mucho antes tendremos la respuesta. Es más: seguro que Jos Hermens, su manager, ya la sabe…